jueves, 4 de enero de 2018

El Tular

Entrega tres



Todas nuestras actividades eran intensamente agitadas, arriesgadas, teníamos que actuar con sigilo absoluto para resguardar la vida, porque  en el inadvertido e insignificante descuido, estaba oculta la delación, como  el destello del reflejo del sol en la pulsera de un reloj puede ser detectada a larga distancia en el día, igual,  la chispa de un cigarro encendido puede ser observada a lo lejos en la noche, o la voz puede ser escuchada a kilómetros de distancia, sin ningún tipo de tecnologia más que los órganos sensoriales rastreando el medio, por tanto,  teníamos que tener máximo cuidado en nuestras actividades .

 En mis noches de posta, en el teatro natural del bosque  se conjugaban el fondo oscuro del cielo salpicado de estrellas, con los sonidos de la montaña qué en armonía con la orquesta del viento, configuraban el fondo en que  las siluetas y las figuras de las sombras de la noche danzaban al ritmo de las rachas del viento frío, sin que más allá se dejará de escuchar el aullido de los coyotes nocturnos, los búhos y los pocoyos dándole un toque de misterio al concierto. Dos horas después, a descansar un rato, llegó mi relevo. Parte sin novedad.

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