La noche se iba cerrando entre el terror y la muerte. La mujer durmió a la par de la cama, cuidándome. La fiebre como albarda me calentaba el cuerpo atravesando el umbral de mi débilidad provocandome desmayos y alucinaciones continuas. Por encima se ensillaba el aparejo del dolor extremo, extendiéndose hasta los limites de mi aguante en donde la línea que separaba la parte más serena de mi conciencia de la fiebre y el dolor era agitada por el pelero de la intranquilidad cuando el jinete apocalíptico de la angustia e incertidumbre de ser capturado vivo, herido, torturado y asesinado de la forma más cruel y cobarde, campeaba en el entorno por demonios infernales de la EEBI.
De repente, escuchamos una serenata de besos disparados al viento. Desde adentro, la señora contesto igual. Eran compañeros de una escuadra que iban de paso, identificándose y quien me cuidaba, una colaboradora de la guerrilla del FSLN contactada por Digna. Hasta entonces supe que me cuidaba una campesina heroica que expuso su vida para proteger la mía y no sé cuántos compañeros más. Amaneció y ahora sí tendría que salir o moriría infectado. Digna llegaría por mi a las 2pm
De repente, escuchamos una serenata de besos disparados al viento. Desde adentro, la señora contesto igual. Eran compañeros de una escuadra que iban de paso, identificándose y quien me cuidaba, una colaboradora de la guerrilla del FSLN contactada por Digna. Hasta entonces supe que me cuidaba una campesina heroica que expuso su vida para proteger la mía y no sé cuántos compañeros más. Amaneció y ahora sí tendría que salir o moriría infectado. Digna llegaría por mi a las 2pm
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